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Todos queremos vivir en una película de Ghibli (aunque eso vaya en contra de todo lo que Ghibli representa)

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Alan
abr 04, 2025
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Todos queremos vivir en una película de Ghibli (aunque eso vaya en contra de todo lo que Ghibli representa)
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Últimamente, las redes sociales se han llenado de versiones de nosotros mismos reimaginadas al estilo de Studio Ghibli: retratos melancólicos con fondos pastel, ojos enormes y brillantes, vestuarios bucólicos y una atmósfera nostálgica que solo las películas de Hayao Miyazaki logran evocar. Y sí, se veían preciosas. Tan preciosas que se volvieron imposibles de ignorar.

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Pero mientras todos se subían al tren de verse “ghiblificados”, Studio Ghibli no se mostró nada feliz con la tendencia. La respuesta fue tan seria que se habló de demandas y hasta de la cantidad de agua que consumía cada imagen generada por IA (spoiler: es una barbaridad).

Y claro, muchos recordaron de inmediato la postura de Miyazaki, quien alguna vez dijo que veía la inteligencia artificial como “una ofensa a la vida misma”. Y, bueno, tenía razón.

Échale un ojito a esto: ¿Pueden demandar? Esta es la complicada posición de Estudios Ghibli ante el trend de la IA

Entonces, ¿por qué lo hicimos? Si sabemos todo esto, ¿por qué queríamos tanto ser parte de ese universo, aun cuando eso va en contra de todo lo que Ghibli representa?

Tal vez, porque Studio Ghibli no solo hizo películas; nos formó como personas. Nos enseñó a ser más sensibles, a habitar el silencio, a mirar la naturaleza con otros ojos, a valorar lo cotidiano, lo frágil y lo invisible. Ser parte de ese universo no es solo una moda estética: es una forma de aferrarnos a una idea de belleza, de calma y de humanidad que el mundo real nos niega cada vez más.

En tiempos de ruido, caos y algoritmos, vernos a nosotros mismos como personajes de Ghibli es un consuelo. Es como decirle al mundo: “yo también merezco estar en un lugar bonito.”

Pero también es una apropiación. Una romantización selectiva. Queremos lo que nos gusta de Ghibli —su estética— pero sin necesariamente respetar lo que lo hace especial: su ética.

Y, claro, todo se volvió un meme. “Tu novia en estilo Ghibli”, “yo en Ghibli pero con ansiedad”, “si fuera un personaje de Ghibli y tuviera que trabajar 12 horas en un call center”. La ironía, como siempre, nos salvó.

Pero bajo toda esa capa de humor, había una necesidad real, casi infantil, de pertenecer. Porque, ¿qué mejor validación emocional que convertir tu selfie en una pintura salida del estudio que nos enseñó que ser amable también es una forma de ser fuerte?

El problema es que Ghibli siempre ha defendido lo artesanal, lo humano, lo imperfecto. Usar IA para recrear su estilo es como copiar una carta de amor con letra mecánica: se ve igual, pero no siente igual.

El fenómeno de las imágenes Ghibli es, sin duda, hermoso. Pero también es complejo. Porque detrás de su encanto visual hay una necesidad colectiva —casi urgente— de pertenecer a algo que sentimos puro, cálido y cercano, aunque para hacerlo tengamos que pasar por herramientas que van en contra de la filosofía de ese mismo universo.

Y eso no necesariamente está bien o mal, pero sí abre la puerta a muchas preguntas: ¿Esto también puede ser considerado arte? ¿Es un homenaje o una traición? ¿Qué dice de nuestra relación con la tecnología, con la naturaleza, con la nostalgia, con la cultura que consumimos y con nosotros mismos como espectadores? ¿Queremos formar parte de estos mundos porque los admiramos o porque ya no sentimos que el nuestro nos alcanza?

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Es importante hacer una autocrítica. Nos sentimos atraídos por la magia de un estilo visual y la posibilidad de formar parte de algo que admiramos, pero esto tiene consecuencias. Usar tecnología responsablemente significa ser conscientes de su impacto en la industria creativa y en los artistas.

Podemos seguir usándola, pero debemos entender las conversaciones más grandes en juego. El dilema de usar IA para recrear estilos artísticos no solo plantea preguntas éticas sobre el medioambiente, sino también sobre nuestra relación con la propiedad intelectual, el arte y la tecnología misma. ¿Vale la pena sacrificar la autenticidad por una experiencia que solo imita lo real?

A continuación: Películas de Studio Ghibli donde el hombre, la naturaleza y la tecnología tienen una relación complicada

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